Durante la Guerra Civil, Valencia fue testigo de horrores inimaginables. El concepto de guerra total fue resultado de un cambio en la percepción de los conflictos armados que admitía la aniquilación del enemigo e hizo penetrar la violencia en el conjunto de la sociedad. Alcanzó a todos los lugares y afectó a las vidas de todas las personas: a soldados que lucharon en los frentes, a mujeres que fueron movilizadas para ocupar empleos industriales o sanitarios, a niños que, a menudo, vivieron con la ausencia del padre, de la madre o de ambos.
Los sistemáticos e indiscriminados bombardeos aéreos, llevados a cabo tanto por la aviación franquista como por la italiana, sembraron el terror entre la población civil. Calles, edificios y casas se convirtieron en blancos de destrucción, y centenares de vidas inocentes se perdieron en cada ataque. Los refugios improvisados ofrecían un escaso consuelo ante el estruendo de las explosiones y el terror que planeaba sobre la ciudad.
Hombres, mujeres y niños se vieron atrapados en medio de una violencia despiadada y tuvieron que afrontar el caos, la destrucción, el trauma, la crisis moral y la permanencia de las ruinas materiales de la violencia. Familias enteras fueron destrozadas y sus hogares reducidos a escombros.
Aunque todas las víctimas sufrieron de un modo indescriptible, las consecuencias para los más pequeños fueron especialmente dolorosas. Los que sobrevivieron a la guerra arrastraron, durante el resto de sus vidas, secuelas físicas y psicológicas debidas al hambre, las enfermedades, el terror a los bombardeos aéreos, al estallido de las bombas y a los tiros de las armas de fuego, a la separación de sus seres queridos, a la ruptura de su mundo de infancia y a la muerte, entre otras.
Entre 1937 y 1938, miles de criaturas, de entre cinco y quince años, fueron evacuadas de sus ciudades y pueblos, y sus familias las enviaron a colonias infantiles o fuera de España para protegerlas de los bombardeos, el hambre y la escasez de todo tipo de bienes de primera necesidad. Miles de niños y niñas formaron parte del primer gran movimiento de refugiados ocasionado por la Guerra Civil, y fueron evacuados a diferentes países como Francia, Gran Bretaña o la URSS. Muchos volvieron con sus familias, pero otros nunca regresaron.